¿Que papel desempeña el Espíritu Santo en el carácter del creyente?
Es importante destacar que el carácter difiere totalmente del temperamento pero es evidente que un mal carácter es producto de los deseos de la carne. |
En este estudio Bíblico se expone en la forma que el Espíritu Santo interviene en nuestras vidas a fin de moldear nuestro carácter, es importante destacar que el carácter no es el temperamento que una persona tenga, sino que esto es algo más profundo que el temperamento.
El carácter:
El carácter es el conjunto de cualidades psíquicas y afectivas que condicionan la conducta de cada persona en un pueblo, el carácter a su vez demarca fuertemente la personalidad de cada individuo siendo este el conjunto de características y diferencias individuales que distinguen a una persona de otra.
Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis. Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley. Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios. Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley. Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu.
Gálatas 5:16-25
En este pasaje bíblico se hace un claro contraste entre los deseos de la carne y el fruto del Espíritu, todas estas acciones demarcan el carácter de una persona porque son las que dan testimonio de si su conducta es de agrado o no delante de Dios y esto como consecuencia denota su personalidad.
Dios trabaja en la personalidad del Espíritu Santo para moldear el mal carácter del hombre. |
Visto desde esta perspectiva podemos apreciar con claridad que el Espíritu Santo influye en el carácter de un verdadero creyente, porque Jesús mencionó que seríamos conocidos por nuestros frutos y/ó acciones (Mateo 7:20), y serían estos quienes darían testimonio delante de los hombres y delante de Dios si somos o no verdaderos creyentes en Jesucristo.
El carácter de un verdadero creyente abunda en el fruto del Espíritu, es decir, abunda en amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza, esta exento en su personalidad, en los rasgos característicos de su carácter de los deseos pecaminosos de la carne.
La vida en la carne es una vida llena de disolución, una vida infructuosa para la persona misma, para quienes le rodean y lo peor de todo delante de Dios. Los deseos la carne son malos, porque son prácticamente pecados los cuales nos alejan de Dios (Cf. Isaías 59:1-2), y cualquiera que en ellos anda no podrá ser salvo (v. 21).
En cambio el fruto del Espíritu nos ayudan fuertemente a marcar nuestro carácter, así mismo nos ayudan a consolidar nuestra salvación la cual es por gracia mediante la fe en Cristo Jesús. Según como vivamos si en la carne o en el Espíritu así mismo serán nuestras reacciones y nuestra actitud ante las diferentes circunstancias que se nos puedan presentar.
Nuestros frutos o acciones determinan nuestra personalidad, nuestro carácter, así mismo nos identifican si formamos parte del pueblo de Dios o no, porque los que sembramos para el Espíritu, del Espíritu segaremos vida eterna (Gá 6:8). Porque si nosotros decimos ser algo y no lo somos nos engañamos a nosotros mismos y no a los demás, ni a Dios (Cf. Gálatas 6:3; 7).
En nosotros existe una luca constante entre los deseos de la Carne y el Espíritu. |
Porque si realmente estamos bajo el señorío de Jesucristo hemos crucificado los deseos de la carne y ya no andamos más en las viejas andanzas, sino más bien militamos según el Espíritu y la gracia de Dios en nosotros.
No nos hagamos vanagloriosos, irritándonos unos a otros, envidiándonos unos a otros.
Gálatas 5:26
El hecho de que seamos fructíferos no nos da en ningún momento la potestad para ser vanagloriosos, orgullos, llenos de soberbia para compararnos con los demás y hacerles ver la integridad de nuestra "santidad y espiritualidad", porque si realmente lo fuéramos, seríamos personas mansas, y el ser manso implica ser de una naturaleza apacible y tranquila. El orgullo es producto de la soberbia y este como consecuencia trae consigo la irritación y la envidia en los demás hacia nosotros.
Recordemos que el fruto del Espíritu Santo en nosotros, nos bendicen primeramente a nosotros porque consolidan nuestra salvación delante de Dios y después a los demás, si el jactarme de lo fructífero que soy trae consigo consecuencias negativas en las relaciones, desde aquí podemos concluir que esto no proviene del Espíritu sino que es algo a lo cual se asemeja a los deseos de la carne enlistados en el pasaje bíblico de este estudio.
También puede leer nuestro estudio anterior: ¿Cómo podemos desarrollar la fe?
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