La oración eficaz.
En la Escritura encontramos un hermoso pasaje que nos dice lo siguiente:
Yo amo a los que me aman, Y me hallan los que temprano me buscan.
Proverbios 8:17
Y esa es la voluntad del Señor que le busquemos en oración pero muchas veces podemos orar a Dios una y otra vez con el propósito de ver su intervención a nuestro favor, más sin embargo esta respuesta podría parecer que tardar en darse, muchas veces Dios nos responderá: “Si”, “No” o “Espera un poco”, en definitiva cuando Dios responde que “No” es porque no hemos orado conforme a su voluntad.
Pero también puede ser que la respuesta de Dios no se dé porque no estamos cumpliendo con los requisitos que pueden hacer que nuestras oraciones sean eficaces ante Dios, no porque estás tengan poder en sí mismas, sino por la manifestación por parte de Dios que se deriva de ellas cuando alguien le pide a Él con fe.
Cuando hablamos de oración eficaz, debemos de borrarnos de la mente las oraciones que duran horas, porque el tiempo de oración no determina el nivel de éxito, ni la espiritualidad de alguien, la eficacia en la oración no es algo superficial sino algo profundo que implica más que solo orar por horas, tampoco debemos de creer a que se debe a la excelencia de palabras que alguien puede pronunciar en una oración ante Dios.
Tampoco debemos de pensar que la oración eficaz se debe únicamente a la expresión sincera de alguien que está en la búsqueda del favor de Dios en su vida, o alguien que se muestra patético en la presencia de Dios quejándose de sus infortunios, la oración es más que esto, es algo que encierra los elementos o rasgos distintivos de la misma que han sido establecidos por Dios, los cuales Él da a conocer a través de Su Palabra.
Sin más preámbulos vamos a mencionar los 5 requisitos que son fundamentales que todo creyente cumpla a fin de que su oración sea eficaz:
1. Orar con fe sincera y Genuina.
Sin duda alguna, algo que pesa muchísimo para garantizar la eficacia de nuestras oraciones, es que levantemos nuestras peticiones ante Él creyente sinceramente en que recibiremos aquello lo cual hemos pedido, porque si no, de otra forma solo sería una simple articulación de palabras en el aire, la fe es el aditivo o ingrediente que hace que Dios se mueva a nuestro favor (Marcos 11:24), sin fe es imposible alcanzar la intervención, el favor de Dios (Hebreos 11:6).
Cuando en medio de los diferentes embates de la vida, sintamos que nuestra fe escasea, que ya no da más o que nos estamos sumiendo en la derrota y el conformismo, es tiempo de levantarnos en oración, pidiendo a Dios que aumente nuestra fe (Santiago 1:6) a fin de que salgamos victoriosos en medio de los procesos que la vida nos presenta.
2. Orar en el nombre de Jesús
Nuestro Señor Jesucristo nos deja la instrucción de forma explícita que todas nuestras oraciones dirigidas a nuestro Padre Celestial, la concluyamos en su nombre, en el nombre de Jesús, esto es un indicador de que hemos reconocido por cuenta propia de que no somos capaces de acercarnos por si mismos a Dios y de que carecemos de algún mérito el cual nos haga merecedores para que Dios responda nuestras oraciones.
La garantía de la eficacia de nuestras oraciones depende estrechamente de que si las hacemos “en el nombre de Jesús”, en caso contrario nuestras oraciones pierden relevancia e interés ante la presencia de Dios, es necesario que hagamos así porque de esta forma ante Dios damos sacrificios de alabanza que confiesan su nombre, el nombre de Jesús (Hebreos 13:15).
3. Orar en conformidad a la voluntad de Dios.
Antes de orar es necesario que identifiquemos la voluntad de Dios, aun cuando estemos atravesando las peores de las circunstancias, debemos de detenernos por un momento para poder discernir qué es lo que Dios desea que le pidamos a Él, porque en caso contrario la respuesta de Dios a nuestras peticiones será negativa (Cf. Santiago 4:3).
Nuestra confianza en que Dios responderá positivamente nuestras oraciones ante Él, es que cuando pedimos conforme a su voluntad tenemos la plena certeza de que Él nos oye (1 Juan 5:14), desde tiempo antiguo se manejaba que Dios no oía las oraciones de aquellos quienes pecaban deliberadamente sin temor alguno de Él (Cf. Juan 9:31).
4. Vivir en la voluntad de Dios.
Algo que abre puertas delante de nosotros en el momento de la oración es que si vivimos o no en la voluntad de Dios, si vivimos bajo su voluntad es porque nos comportamos como hijos amados, y Él como nuestro Padre Celestial se obliga a sí mismo a suplir nuestras necesidades sin importar el tipo de estás.
Por lo que sabemos con toda seguridad que cualquier cosa que pidamos a Dios bajo su voluntad la recibiremos porque guardamos sus mandamientos y hacemos las cosas que son agradables delante de Él (1 Juan 3:22).
5. La oración debe de ser persistente.
La oración constante indudablemente nos arroja a la conclusión de que debemos de ser constantes también en la fe, de modo que sin importar el tiempo, ni las circunstancias, tendremos las energías, la fe y el ánimo necesario para seguir creyendo en que Dios puede obrar algo a nuestra favor.
Cuando en nuestras vidas permanecemos firme en la fe, sin duda alguna tendremos siempre la motivación necesaria para poder orar a Dios y esperar en Él. Es importante reconocer que las pruebas y los desafíos que Dios permite en nuestras vidas son con el propósito de perfeccionar nuestro carácter y hacer que nuestra fe se desarrolle más. Tenemos un gran ejemplo de esta verdad ilustrado en la parábola de la Viuda y El Juez Injusto (Lucas 18:1-7).
Sin duda alguna la oración constituye algo esencial y de suma importancia para el creyente. |
Ahora que de forma breve y sistemática hemos abordado los 5 requisitos que es necesario que cumplamos a fin de que nuestras oraciones delante de Dios sean eficaces, es importante destacar que esto funciona así porque es el modelo de oración eficaz que Dios nos revela en su Palabra.
Es importante cumplir con los requisitos anteriormente descriptos, no porque estos nos hagan merecedores del favor de Dios, sino porque estos dan libertad de acción para que Dios actué a nuestro favor, y a su vez son evidencias de sumisión al Señorío de Cristo.
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